Me repitieron dos consejos antes de ir: "no te lleves el coche y no conduzcas tú". El primer consejo me lo salté porque el cicerone Peppe me aseguraba que su padre lo tenía todo hablado con el portero del parking. El segundo consejo también lo pasé por alto. Lo primero que me llama la atención es un tipo que va leyendo la prensa mientras conduce por la tangenciale (ronda de circunvalación). Aún así, es falso que se salten todos los semáforos aunque es muy habitual en el centro por la noche. Eso sí, no respetes las señales porque te pisan.
El barrio donde me alojo es Fuorigrotta, "más allá de la gruta", lugar donde termina una de las grutas subterráneas de la ciudad. Duerme a los pies de Posillipo, desde donde se puede contemplar una de las vistas más hermosas de la ciudad. Es el quartiere obrero donde se encuentra el estadio San Paolo, alma del SSC Napoli, el club que tiene de nuevo enamorada a su ciudad e intenta devolver con Lavezzi las alegrías que ya les dio Maradona mirando por encima del hombro a los poderosos polentoni del norte.
Pasear por el centro de Nápoles es saborear la brisa del Mediterráneo y sentir siempre el olor a ropa limpia que adorna los balcones de todas las calles. La pizza es inevitable, ésta es la cuna, la margarita más sabrosa de Italia.
La bandera de la ciudad conserva el pasado español, los colores de Aragón, recordados en los monumentos y en el quartiere spagnolo, barrio céntrico, que me aconsejan ver desde lejos porque no es precisamente muy seguro. Acepto resignado.
A mediodía del sábado, los niños juegan descamisados en Piazza del Plebiscito, son más listos que el hambre, puedo asegurar que se parecen mucho más a los que protagonizaban Los Olvidados de Buñuel que a los que acompañan a Juan y Medio.
Percibes que la mayoría de la gente a los cinco minutos de hablar contigo ya establece algún vínculo amistoso, se acerca. Si no es así, que es extraño, seguramente ya te han robado la cartera.
Es una ciudad dividida, no sólo por Spaccanapoli, la calle más larga que la parte en dos, sino porque su gente vive entre el amor a sus raíces y el miedo al poder establecido, dominado por la Camorra. Así es difícil respirar, por eso muchos se ven obligados, sin preferirlo, a buscar el futuro en otra ciudad.
Es así como conocí a los napolitanos para después conocer Nápoles. O la odias o la amas. Elegí lo segundo, porque pienso volver.
2 comentarios:
Escribe y describe usted bien esta ropita limpia.
Como dices tu napoles es una ciudad para amar o para odiar. Es como una "malafemmena" te hace alegrarte te hace sufrir.
Venis a Napoles es una ciudad que con su pueblo puede ofrecer todavia mucho.
Forza Napoli.
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