lunes, 26 de enero de 2009

Ferrara: la ciudad de la bicicleta

Ha sido una de las agradables sorpresas que me he llevado en Italia. Antes de venir no tenía referencia alguna de esta ciudad. A poco más de 40 km de Bolonia, cerca de la división entre Emilia-Romaña y Véneto, descansa Ferrara.

Viendo las fotografías de Ferrara se puede deducir que estamos en un lugar donde la bicicleta es parte de la cultura local. Cerca de 100.000 bicicletas para 130.000 habitantes. Quizás este dato sirva para imaginar que es un sitio abierto al visitante, el ferrarese presume de ser menos engreído que los habitantes de las ciudades que le rodean.

Según nos acercamoss al centro histórico, nos recibe con su foso y su puente levadizo el castillo Estense, herencia de la hegemonía de la Dinastía del Este, allá por la Baja Edad Media. Allí fue donde Nicolò III d'Este decapitó a Parisina Malatesta, su segunda esposa, y a su hijo Ugo al comprobar que eran amantes. Lord Byron inmortalizó este hecho en su poema Parisina.

A pocos metros se alza el Duomo gótico-románico, del siglo XII, rodeado de comercios que sugieren hacer una parada. Hay que recrearse aquí.

La noche es otro de los atractivos de Ferrara. No son pocos los sitios para tomar aperitivos y unas copas llegada la medianoche. No podré olvidar las visitas al ARCI con Marco y Pasquale, cicerones y buenos cocineros (del sur tenían que ser...), porque cerrar bares siempre fue abrir amistades.

miércoles, 14 de enero de 2009

A Ángel González: verso sobre verso, palabra sobre palabra

Marcar la piel del agua. Así has definido materializar la idea de escribir un poema. Esa misma sutileza se extrema en estas tardes de otoño e invierno. Aquí, en Bolonia, tus versos se beben más despacio y el agua del río se remansa.

Haces que el mundo no sea tan áspero para los que, alguna vez o siempre, nos empeñamos en volar para disfrutar, desde lo etéreo, de este presente incierto. Tú ya has hecho bastante por alargar el tiempo. Del futuro habrá tiempo de hablar en el futuro.

Este enero nos sacude frío y nos recuerda que hace un año ya que te has ido, sin irte. Nosotros, los de ahora, seguimos sacudiendo tu árbol.
Aprendamos de uno de sus frutos

Canción de invierno y de verano
Cuando es invierno en el mar del Norte
es verano en Valparaíso.
Los barcos hacen sonar sus sirenas al entrar en el puerto de Bremen con jirones de niebla y de hielo en sus cabos,
mientras los balandros soleados arrastran por la superficie del Pacífico Sur bellas bañistas.
Eso sucede en el mismo tiempo,
pero jamás en el mismo día.
Porque cuando es de día en el mar del Norte
-brumas y sombras absorbiendo restos
de sucia luz-
es de noche en Valparaíso
-rutilantes estrellas lanzando agudos dardos
a las olas dormidas.
Cómo dudar que nos quisimos,
que me seguía tu pensamiento
y mi voz te buscaba -detrás,
muy cerca, iba mi boca.
Nos quisimos, es cierto, y yo sé cuánto:
primaveras, veranos, soles, lunas.
Pero jamás en el mismo día.